Son muchos los restaurantes que reciben insignias y acreditaciones de páginas web de valoraciones de usuarios por su buen hacer, pero esta reputación conseguida muchas veces es difícil de mantener. A veces el ego, el querer despuntar… Nos lleva a tomar decisiones que no favorecen nuestro negocio, sino todo lo contrario.
Los clientes, en concreto en hostelería valoran cosas como el buen trato, la higiene de las instalaciones, la calidad de los productos, la originalidad de las degustaciones, el precio, la cantidad de comida servida, etc. Estos puntos, que son los más valorados por el cliente son los que siempre se deben mantener, los que debemos de revisar cada mes y los que no pueden fallar, independientemente a esto tenemos por supuesto que ofrecer valor añadido y realizar acciones innovadoras que sorprendan al usuario y que le den motivos para volver a comentar positivamente sobre nosotros en la red.
Ocurre que algunos restaurantes consiguen honores y lo muestran orgullosos en su establecimiento y en la entrada para que todos los que se acerquen lo sepan, pero a mi me ha pasado llegar a una ciudad o a un pueblo, identificar a un restaurante porque nos indica en la entrada sus certificados de calidad y, sorprendentemente ver dicho bar vacío y todos los de alrededor llenos. ¿Por qué?
1.- Mantén las condiciones que te llevaron a conseguir el aprecio y el cariño de tu clientela. Es un error, cuando convertimos nuestro negocio en popular y/o referente del sector, comenzar a eliminar aquellas cosas que ofrecíamos y que atraían al público. Si siempre hemos ofrecido un menú de lunes a viernes ¿por qué ahora no? A la gente le gusta comer un primero, un segundo y un postre, sobre todo cuando la relación calidad precio es buena, esto es lo que probablemente más gustara a tus comensales, si eres un restaurante de costa y tienes clientes de temporada y un año tienes menú pero al año siguiente ya no, no esperes que tus clientes habituales vuelvan, entiende que tu perfil de cliente no es alguien que vaya a comer a la carta cada día, ten en cuenta el perfil de tu cliente y ofrece lo que quiere y lo que le satisface sus necesidades.
2.- La calidad es lo que cuenta. La gente es más inteligente de lo que podamos llegar a pensar… Si yo no busco calidad es probable que entre en un fast food, si me decanto por un mesón, un restaurante típico de una zona, es porque busco comida de calidad, productos frescos autóctonos y alimentarme, salir saciado. Si voy al norte a un pueblo costero de Galicia, prefiero tener dos o tres opciones de platos típicos y productos frescos que una lista interminable de opciones de poca calidad. Muchos restaurantes cometen el error de ofrecer en sus menús doce o trece primeros y otros tantos segundos, es prácticamente imposible tener previstos tantos platos diferentes y mucho menos acumular en cocina tantísimos productos frescos listos para sacar. No podemos mentir ni ofrecer lo que no es. Menos cantidad y más calidad.
3.- El valor añadido te diferencia de la competencia. No se trata de innovar cada día y de rompernos la cabeza para ofrecer siempre algo original o sobrehumano, pero por ejemplo, plantéate llevar a cabo una acción, una iniciativa novedosa cada temporada, algo que sorprenda a tus comensales a los nuevos y a los habituales, ofrece un obsequio, crea un postre nuevo y ofrece una degustación al final de la comida, una porción más pequeñita de una nueva creación, así harás partícipes a los clientes de tu propio negocio, podrán darte una opinión sincera del plato y tú podrás valorar incluido en carta para la siguiente temporada, esto es solo una idea.
4.- La higiene y la atención al cliente son esenciales en cualquier tipo de negocio. Esto es algo que siempre debemos tener a punto, un buen trato, cercado, amable y educado y un lugar limpio e higiénico, sobre todo en un lugar en el que ofrecemos comida, no podemos permitirnos bajar el listón en este sentido.
5.- Seguir trabajando sin perder de vista lo que nos hizo empezar, nuestro sueño. Cuando uno lleva ya tiempo en una profesión, corre el peligro de estancarse y de perder la ilusión. Podemos comenzar a sacar pegas de todo, a sentirnos cansados y sin ganas de seguir o simplemente a trabajar de manera mecánica sin ánimo de querer ser cada día mejores, no debemos perder esa ilusión del principiante, del primer día, porque esto se refleja en nuestro trabajo y nuestros clientes lo perciben. Sigamos soñando y trabajando en aquello que un día decidimos que sería nuestra vocación de por vida.